Tengo miedo.
¿ Quién no lo tendría en mi situación?
De pie sobre la loma veo el ejército que se cierne frente a mí. Son numerosos, están sedientos de sangre y mientras los miro tengo la sensación de estar mirando directamente a la muerte. No es bella, no viene a llevarme de manera dulce mientras me acurruca en la oscuridad para más tarde llevarme a la luz. ¡NO! Su rostro es el de diez mil soldados sucios y harapientos con ropas que apenas se mantienen sujetas a su piel. Todos gritan y sonríen por igual, con sus dientes podridos y sus voces guturales. Saborean la victoria que tienen ante sí. Nadie culparía su osadía pues solo se enfrentan a mí.
A su favor diré que llevan años en esta absurda guerra. Dudo que recuerden qué la empezó o por qué o por quién luchan, ahora lo único que son capaces de ver, oler o sentir es la sangre del enemigo caído y están deseosos de volver a saborearla. Sé exactamente lo que represento para ellos. Soy su salvación, el punto y final de este infierno de metales y azufre. Lo siento por ellos porque no voy a rendirme tan fácilmente.
Soy nueva en toda esta danza de guerra. Aún intento encontrarle la explicación al porqué estoy aquí. ¿Por qué he sufrido tanto? ¿Por qué han herido tanto a mi pueblo?
Cada noche me rindo al sueño entre lágrimas y lamentos. Ya lo he dicho, tengo mucho miedo, no sé cómo afrontarlo… ¡No debería hacerlo! Soy una niña, la semana pasada hubiera cumplido los quince años. ¿Por qué yo? ¿Es que acaso no había nadie mejor preparado? ¡No soy una guerrera! ¡No soy un héroe! ¡Simplemente era una princesa! ¡La princesa de los puercos! ¡Una simple porquera de palacio!
Si se supone que éste es mi destino, al infierno con él. Cogeré mi caballo, lo espolearé tan fuerte como me permitan mis cansadas piernas y me alejaré de aquí. Aún estoy a tiempo. Sí, eso es lo que haré. Aún están lejos… ¿por qué no me muevo? ¿Por qué sigo de pie de frente y desafiando al mismísimo infierno?
Respiro hondo, es lo único que ahora se me ocurre hacer. Sé que mi mente debería estar llena de estrategias, de artimañas que me ayuden a prevalecer en la inminente guerra pero no hay nada, ni un pensamiento, simple y puro vacío. Y así quiero que continúe, al menos hasta que no quede ni uno solo vivo.
He visto más cosas sorprendentes en estos meses que en toda una vida hubiera visto. He olido el miedo, el mío propio y sobretodo el ajeno; he sentido el frío helado del acero atravesando mi piel y rompiendo mis huesos; he mirado directamente a los ojos a las mismísimas Parcas y al Destino y siempre los he pospuesto hasta la siguiente batalla. Pero sobre todas aquellas experiencias hay una pauta, una que siempre se repite, sin excepción: la extraña sensación de vacío.
Mi mente se vacía, solo queda el silencio. Al cabo de unos minutos escucho una melodía a lo lejos y entonces la veo. Es tan bella y hermosa. Una auténtica diosa. Absorta cada vez, no puedo más que mirarla y maravillarme, ella me sonríe, me tiende la mano y me susurra cuatro simples palabras cerca de mi oído: “Ya se ha acabado”. Tras esto, abro los ojos y los veo a todos tirados en el suelo, muertos. En medio, únicamente yo, envuelta en extraños olores y cubierta de su sangre.
Ya están cerca. Sonrió porque eso significa que ella también vendrá, solo lamento que ésta sea la última vez que lo haga. Empiezan a sonar los primeros acordes de la melodía. Vuelvo a respirar hondo, cojo con fuerza mi espada y empiezo a correr directa hacia ellos. Aún rememoro sus caras sorprendidas al verme antes de que todo se vuelva blanco.
Es la hora de bailar.
Y me he vuelto demasiado buena en esta danza como debe hacerlo una princesa.
Una princesa de la guerra.
Fuente de la Imagen MICHAELCTY